El sistema Braille es un método alternativo de lectura y escritura. Por medio de éste las personas no videntes pueden realizar una lectura táctil utilizando la yema de sus dedos y, además, pueden escribir a partir de unos puntos en relieve que se organizan para formar palabras.
El problema se origina cuando este código no es incluido en las cosas que usamos en la vida cotidiana, como carteles de señalización, materiales de lectura, información, etc. Si observamos con atención, en nuestra rutina leemos continuamente: leemos subtítulos en televisión, la caja del medicamento, un mensaje de texto en el celular, la boleta del gas, programamos el lavarropa en tal número… todo implica leer para entender.
En ese punto radica la importancia del sistema Braille, pues este incluye a quienes no pueden ver por sus ojos, pero que si tienen potencialidades en otras partes de su cuerpo. Según un articulo de la Fundación Homero un lector de braille puede llegar a leer un promedio de 104 a 125 palabras por minuto. Quienes utilizan las dos manos pueden alcanzar las 250.
“Es importante destacar que no es un idioma, sino un código. Por lo tanto, las particularidades y la sintaxis serán las mismas que para los caracteres visuales”, se explica en el sitio de la fundación FBU –conformada por personas ciegas y videntes-.
La FBU detalla en un artículo algo de lo que podemos observar viendo la imagen del alfabeto: “si observamos con atención, notaremos que los símbolos correspondientes a la primera fila ocupan sólo los cuatro puntos superiores del signo generador. Los que corresponden a la segunda fila son iguales a los de la primera, pero se le agrega el punto inferior izquierdo (salvo la ñ que es propia del idioma español –el sistema braille, como su inventor, es de origen francés–), y en los de la tercera se agregan los dos inferiores”.
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